Oct 23, 2012

Matrimonio y Mortaja

Aquí una breve explicación no pedida de mi ausencia del mundo del blog.

Yo no concía a mucha gente que se hubiera muerto.  Dios me bendijo con familias longevas, con amigos inmortales (hasta ahora) y con pocas visitas a Gayosso.  Tampoco me había casado nunca... ni siquiera me lo había imaginado, vaya.  Siendo yo como soy, estaba casi convencida de que el vestido blanco y la casa en los suburbios no eran para mí.  Un día de noviembre del año pasado pidieron mi mano y al día siguiente se murió mi abuela.  Matrimonio y mortaja, que le dicen.

No tengo el bloqueo del escritor cuando estoy triste.  Una vez estaba triste y escribí mi primer novela.  Tampoco me viene cuando estoy contenta, aunque generalmente entonces es cuando escribo canciones malas y me da por leer a  Benedetti y a Sabines y no escribo más que de amores.  La mezcla sentimental es la que me confunde.  Me sentía culpable por ser feliz al ver mi anillo cuando la mamá de mi papá se había muerto y mi papá estaba triste.  Mecanismo de defensa: zombie emocional.

Después viene el planear una boda; una tarea compleja como muchos otros blogs mucho más especializados que el mío les podrán narrar.  Estaba bien emocionada (todavía lo estoy).  ¡Voy a pasar la vida entera con el mejor hombre del mundo!   Lo malo es que, por otro lado, elegir lugares, vestidos, colores, invitados, etc. es agotador.   El zombie emocional persistía, el bloqueo del escritor más fuerte que nunca.  Dejé mi diario, dejé mis cartas a la familia y a los amigos y me conformé con agasajarme diariamente con la puta de todos los escritores: el twit ocasional.

En medio de la planeación de la boda y con afán de acelerar algunos planes migratorios, vino mi matrimonio civil.  Una cenita formal, una jueza muy amable y ya es uno la Señora de Escalona ante la sociedad.  Al día siguiente en la mañana me habló mi tío Chupón.  Me felicitó por el evento y se disculpó por no haber estado ahí.  Fue la última vez que hablé con él porque se murió menos de un mes después, el día que me entregaron mi vestido de novia.  Mi vestido era perfecto y mi tio estaba muerto.  Me olvidé en aquella ocasión de hasta mi puta.

Todo pasa, sin embargo, todo pasa.  Se me han muerto un tio y una abuela, pero no se confundan: también he sido la novia más hermosa del mundo.  El zombie regresa a su humana realidad poco a poco, porque de la pelea entre matrimonio y mortaja, ganó el matrimonio.  Mi tio y mi abuela siguen muertos; pero ahora tengo un muso eterno, un diamante hermoso, una sonrisa indeleble y, sorprendentemente, ganas de escribir.  Se me desentumen los dedos al sentir que las dicotomías de mi vida (que al final el matrimonio y la mortaja son sólo ejemplos, metáforas, extrapolaciones) se solucionan poco a poco también.  Adiós, zombie emocional, véte con tu puta el Twitter y déjame a mí escribir a mis anchas, aunque nadie lea que total no importa.